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lunes, 24 de julio de 2017

Discurso de las armas o las letras.


Shostakovich: Sinfonía nº 7

Salió a buscar cualquier libro que le dijese algo que aún no conociera. Hay tantas cosas que desconocemos. No pensaba en erudiciones científicas o artísticas, sino en esas pequeñas o grandes cuestiones que, al comprenderlas, nos ayudan a aceptar la vida, el sinsentido de existir. 

Desde un balcón de mármoles y flores lo miraba un mirón enriquecido, mientras en la otra parte de la calle sollozaba un mendigo esperando una dádiva.

¿Está la vida en los libros o es esta inapresable en un cuadro, una música, un poema?

Camino de la librería oyó los aullidos de una procesión de ciudadanos exigiendo derechos, con voces menos moduladas y más estentóreas que las que teje una pluma sobre un libro. 

Allí, en medio de la manifestación, había sangre latiendo y carne de vida, y aquel río en desorden era manantial de existencia, ruido de muchas hambres, sed de evitar sufrimiento cotidiano, no solamente abstracto o metafísico.

¿Qué hacer? ¿Pertenecía él al rango de los contemplativos desde su íntima azotea, al de los mendicantes de respuestas o al de los que se convierten en preguntas y respuestas vivas? ¿Seguiría su camino rumiando las palabras que buscaban transformarse en un poema apresador de existencia?

Entró en la muchedumbre y anudó su mano a las que se aferraban a una de las pancartas de estruendosa caligrafía.